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Hay una moda que ha arrasado en los últimos años entre emprendedores, ejecutivos y gente que se cree muy lista en general y que yo no comprendo: la de los horarios extremos.
Y es que en los últimos 5 años más o menos, ha habido una explosión de artículos que explican los maravillosos beneficios para tu productividad o tu bienestar personal de empezar el día a las 5 o a las 4 de la mañana. Es frecuente también que nos cuenten que algún súper ejecutivo empieza su jornada a las 5 y sale a correr durante dos horas y cosas así muy sobrehumanas todas.
Sin ir más lejos, Mark Wahlberg, el actor, publicó hace un tiempo su horario habitual, que era ya directamente surrealista. Al menos para mí. El bueno de Mark, en teoría, se levanta a las 2 y media de la madrugada. No te voy a contar aquí todo lo que hace, porque es una locura, pero te dejo un enlace a su maratoniana organización, por si te pica la curiosidad.
Total, que después de leer mucho sobre el tema, a mí hace unos años me dio por probarlo y por empezar a levantarme a las 5:45. Confieso que es lo más temprano que conseguí. Y el experimento me duró algo así como un mes y medio, no sé ni si llegó. Y sí, reconozco que me sentía súper productivo. Pero también que eso me duraba lunes y martes y el miércoles estaba que no podía con mi alma.
En los últimos dos años o así, sin embargo, me he centrado en lo contrario. No tanto en no madrugar, que de hecho me sigo levantando razonablemente pronto, sino en intentar cuidar mi descanso. Y, personalmente, cada día soy más consciente de la importancia de dormir. Así que por friky que suene el tema, a eso vamos a dedicar el capítulo de hoy.